Pasión y disciplina.
¿Cuánto cree usted
que cobraría Hemingway, si aún viviera, por dar una conferencia?
Imagínese que aquel 2
de julio de 1961 el escritor norteamericano no se hubiese quitado la vida con
su escopeta favorita. Imagínese que a sus más de cien años aún estuviera vivito
y coleando y en pleno uso de sus facultades mentales. Imagínese que Hemingway,
como otros muchos, se ganara la vida impartiendo conferencias en las
universidades más prestigiosas del mundo desarrollado.
He leído que Aznar o
Clinton cobran más de 250.000 dólares por conferencia. En estos tiempos
mercantilistas la política prima sobre la literatura, pero aun así estoy seguro
de que Hemingway podría sacar una buena tajada si se dedicara a contar sus
historias a quien estuviera dispuesto a escucharlas.
Esto nos lleva a la
última pregunta: ¿Y cuánto estaría usted dispuesto a pagar por escuchar al
escritor relatar sus años mozos en París, entre 1921 y 1926, cuando era pobre
pero feliz? Si además nos contara anécdotas y cotilleos sobre otros escritores
con los que compartió cafés y aventuras, como Scott Fitzgerald o Ezra Pound, o
sobre tantos artistas que pulularon por el París de entonces, seguro que hasta sería
un invitado de excepción en los programas del corazón.
Hemingway murió, pero
lo mejor de él, su literatura, continúa viva. Y por el módico precio que supone
comprar una novela, que además no está de moda y por tanto no es cara, uno
puede conocer con todo lujo de detalles cómo era la vida del escritor
norteamericano en la ciudad que cobijó a los mejores artistas y escritores de
la época. No hace falta ir a una conferencia, porque Hemingway lo puso por
escrito. ¡Y qué bien puesto por cierto!
Esta introducción tan
larga me ha servido para contar básicamente en qué consiste la novela póstuma
del Premio Nobel norteamericano, que se llamó A moveable feast, y que alguien tradujo en España como París era una fiesta.
Diría que esta novela
es imprescindible para los aspirantes a escritores, porque toda ella está
impregnada de la pasión por la literatura y la escritura que siempre tuvo
Hemingway. Pero, sobre todo, porque desmitifica que en aquel París de vida
bohemia, todos los escritores se dedicaran únicamente a emborracharse y a
frecuentar lugares de mala muerte. Para Hemingway su vida era principalmente su
trabajo, y su trabajo no era otro que «aprender a escribir en prosa». Todo lo
demás gira en torno a ese aprendizaje, como la Tierra gira alrededor del Sol,
sin desviarse más que lo justo. Si a la pasión le unes la disciplina, el éxito
está asegurado.