La primera vez que
uno lee a Charles Bukowski es inevitable tener la sensación de que le están
tomando el pelo. No cabe en la cabeza que esa forma de escribir tan simple,
directa, en ocasiones burda y hasta escatológica pueda ser considerada
literatura, incluso literatura de culto.
La primera vez que
uno lee a Bukowski le parece que cualquiera puede escribir como él. Sólo hace
falta inventar un personaje miserable, un rebelde sin causa, y limitarse a
narrar una serie de aventuras salpicadas de alcohol y de sexo. Cuanto más
alcohol y más sexo, mucho mejor.
Sin embargo, la primera
vez que se lee a Bukowski, uno se sorprende porque no puede dejar de leer y porque
acaba siendo seducido inevitablemente por Henry Chinaski, ese antihéroe
patético y perdedor, el supuesto álter ego del propio Bukowski, protagonista indiscutible
de algunas de sus novelas. Y es cuando se termina el libro, cuando uno se
cabrea consigo mismo por haber disfrutado terriblemente con su lectura.
El sentido común nos
grita indignado que ninguno de los textos de Charles Bukowski merecería ser
publicado, pero sin esos textos siempre habría una parte de nuestra naturaleza
humana, la que está cargada de miserias y fracasos, que no tendría una
respuesta. El trabajo de Bukowski —por llamarlo de alguna forma— revela nuestra
peor condición, lo patética que puede ser y es en ocasiones nuestra vida, y de
cómo rebelarse al mundo con desidia y pasotismo.
Cartero,
la primera novela de Bukowski, nos cuenta la experiencia autobiográfica del
autor durante los doce años que trabajó en la oficina de correos, con todas sus
dificultades físicas y psicológicas. Lo bueno de tener un trabajo miserable es
que uno arriesga muy poco cuando decide dejarlo. Por eso no sé si tildar de
cobarde o valiente la decisión de dejar a sus 49 años su patética carrera
profesional para dedicarse a escribir una novela. Así surgió Cartero. El editor John Martin (de Black
Sparrow Press) le ofreció un sueldo vitalicio que era justamente la mitad de lo
que cobraba en la oficina de correos por abandonar su profesión y dedicarse plenamente
a la escritura. Un mes después el ya escritor norteamericano terminaba su
primera novela. Fue un éxito arrollador.
Yo ya me he leído
tres de sus novelas (además de Cartero,
Pulp y Mujeres), y creo que las acabaré leyendo todas. Son perfectas para los
aeropuertos, aviones, trenes o autobuses. También para la sala de espera del
médico o cuando uno se siente espeso y no le apetece empezar ningún libro. Es
tan fácil de leer y engancha tanto que es una alternativa más digna que entretenerse
con algún mal best seller.
¿Por qué me gusta
Charles Bukowski? Imagino que para aliviar la parte miserable y patética que
también llevo dentro.