miércoles, 30 de julio de 2014

More than words

La canción que siempre quise componer.

Durante muchos años fui adicto a tocar la guitarra. El instrumento era un inmejorable y fiel compañero de fatigas; me ayudaba a reconciliarme con los fracasos de la vida y me devolvía la serenidad perdida. En esas horas de rehabilitación, encerrado entre las cuatro paredes de mi habitación, me enganchaba una y otra vez a la tarea de rozar el nailon de las cuerdas con mis dedos tratando de hacer brotar una canción. Algunas de ellas, o quizá tendría que decir la mayoría, las he desterrado al fondo de un cajón que ya nunca se abre. Pero otras las toqué y retoqué tantas veces que ni siquiera los años de silencio (musicalmente hablando) han logrado que mi memoria muscular las olvide. Una de estas canciones inolvidables, y quizá la que mayor satisfacción me dio aprender a tocar, fue More than words, de Extreme.

Recientemente la he vuelto a escuchar en la radio. Fue con motivo de una serie de conciertos que daba el grupo estadounidense en España. Siendo sincero, debo reconocer que nunca me interesó ninguna otra canción de este grupo. Pero también tengo que admitir que esta es una de las canciones que mayor obsesión me provocaron durante unos años en los que, todo hay que decirlo, me resultaba fácil obsesionarme con una canción.

Me costó sangre, sudor y lágrimas pillar el ritmo de More than words. Los acordes no eran excesivamente complicados; mis sesiones de copioterapia con Silvio Rodríguez ya me habían habituado a estirar los dedos de mi mano izquierda hasta límites insospechados, como si fueran un acróbata buscando el punto de apoyo preciso en el mástil de la guitarra. Pero coger el ritmo a More than words fue harina de otro costal. Cada vez que pensaba que ya lo tenía, volvía a escucharla y me daba cuenta de que no era exactamente igual. Así una y otra vez, en una frustrante sucesión de intentos fallidos. Todavía hoy siento que la forma de tocarla de Nuno Bettencourt, el guitarrista portugués de Extreme, es diferente. Para mí, es en el ritmo de esta canción donde se encuentra su aquel, entendiendo por ‘aquel’ esa cualidad que no se acierta a decir.

Muchas veces he pensado que la grandeza de una canción pop o rock se mide en lo bien que suena cuando únicamente se toca con una guitarra. Cuando desaparece la batería, el bajo, los teclados y las guitarras de acompañamiento, y solo queda la canción desnuda y sin artificios, es donde podemos calibrar realmente su calidad artística. Probablemente este pensamiento mío no sea más que una solemne tontería, porque hay canciones magníficas que lo son gracias a la armoniosa conjunción de instrumentos. Pero algo dentro de mí, cuando escucha una de estas canciones perfectamente orquestadas, sigue preguntándose cómo sonaría simplemente con una guitarra.

En More than words solo hacen acto de presencia la guitarra de Nuno y la voz de Gary Cherone, cantando en una tesitura que yo jamás he conseguido alcanzar. Esa era la única pega de la canción. Cuando ya logré que mi guitarra sonara algo bastante parecido a lo que hacía Nuno, me resultó imposible cantarla en el tono en el que lo hacía su intérprete. Pero bueno, también ahí radica el encanto.

Por todo esto, y por muchas otras razones que soy incapaz de expresar, More than words tiene algo mágico. Es tan sencilla y bonita que uno se pregunta por qué el talento de componerla tuvo que recaer en otras personas, en otros que no eran yo, aunque de escucharla y escucharla acabara haciéndola mía.

No voy a hablar de la letra. Es una de esas historias que dan lugar a varias interpretaciones, según uno se sienta más romántico o más cínico. A pesar de que estuviera en inglés me la aprendí de memoria. Pero en aquel momento la letra era lo de menos. En realidad, me importaba un comino. Daba igual lo que dijera, era la música la que me embriagaba.

A veces, desenfundo la guitarra y toco More than words. Se la canto a mis niños, y les gusta. Ellos no tienen ni idea ni de acordes ni de instrumentos ni de artificios. Pero cuando les canto esta canción, muchas veces se callan y sonríen. Es lo que tiene la música. Es capaz de conmovernos por encima de cualquier entendimiento.