La canción que siempre quise componer.
Durante muchos años fui adicto a tocar la
guitarra. El instrumento era un inmejorable y fiel compañero de fatigas; me
ayudaba a reconciliarme con los fracasos de la vida y me devolvía la serenidad
perdida. En esas horas de rehabilitación, encerrado entre las cuatro paredes de
mi habitación, me enganchaba una y otra vez a la tarea de rozar el nailon de las cuerdas con mis dedos tratando
de hacer brotar una canción. Algunas de ellas, o quizá tendría que decir la
mayoría, las he desterrado al fondo de un cajón que ya nunca se abre. Pero
otras las toqué y retoqué tantas veces que ni siquiera los años de silencio (musicalmente
hablando) han logrado que mi memoria muscular las olvide. Una de estas
canciones inolvidables, y quizá la que mayor satisfacción me dio aprender a
tocar, fue More than words, de
Extreme.
Recientemente la he vuelto a escuchar en la
radio. Fue con motivo de una serie de conciertos que daba el grupo
estadounidense en España. Siendo sincero, debo reconocer que nunca me interesó
ninguna otra canción de este grupo. Pero también tengo que admitir que esta es
una de las canciones que mayor obsesión me provocaron durante unos años en los
que, todo hay que decirlo, me resultaba fácil obsesionarme con una canción.
Me costó sangre, sudor y lágrimas pillar el
ritmo de More than words. Los acordes
no eran excesivamente complicados; mis sesiones de copioterapia con Silvio Rodríguez ya me habían habituado a estirar
los dedos de mi mano izquierda hasta límites insospechados, como si fueran un
acróbata buscando el punto de apoyo preciso en el mástil de la guitarra. Pero coger el ritmo a More than words
fue harina de otro costal. Cada vez que pensaba que ya lo tenía, volvía a
escucharla y me daba cuenta de que no era exactamente igual. Así una y otra vez,
en una frustrante sucesión de intentos fallidos. Todavía hoy siento que la
forma de tocarla de Nuno Bettencourt, el guitarrista portugués de Extreme, es
diferente. Para mí, es en el ritmo de esta canción donde se encuentra su aquel,
entendiendo por ‘aquel’ esa cualidad que no se acierta a decir.
Muchas veces he pensado que la grandeza de una
canción pop o rock se mide en lo bien que suena cuando únicamente se toca con
una guitarra. Cuando desaparece la batería, el bajo, los teclados y las
guitarras de acompañamiento, y solo queda la canción desnuda y sin artificios, es
donde podemos calibrar realmente su calidad artística. Probablemente este
pensamiento mío no sea más que una solemne tontería, porque hay canciones
magníficas que lo son gracias a la armoniosa conjunción de instrumentos. Pero
algo dentro de mí, cuando escucha una de estas canciones perfectamente
orquestadas, sigue preguntándose cómo sonaría simplemente con una guitarra.
En More than words solo hacen acto de presencia la guitarra de Nuno y la voz de Gary Cherone, cantando en una tesitura que yo jamás he conseguido alcanzar. Esa era la única pega de la canción. Cuando ya logré que mi guitarra sonara algo bastante parecido a lo que hacía Nuno, me resultó imposible cantarla en el tono en el que lo hacía su intérprete. Pero bueno, también ahí radica el encanto.
Por todo esto, y por muchas otras razones que soy incapaz de expresar, More than words tiene algo mágico. Es tan sencilla y bonita que uno se pregunta por qué el talento de componerla tuvo que recaer en otras personas, en otros que no eran yo, aunque de escucharla y escucharla acabara haciéndola mía.
Por todo esto, y por muchas otras razones que soy incapaz de expresar, More than words tiene algo mágico. Es tan sencilla y bonita que uno se pregunta por qué el talento de componerla tuvo que recaer en otras personas, en otros que no eran yo, aunque de escucharla y escucharla acabara haciéndola mía.
No voy a hablar de la letra. Es una de esas historias que dan lugar a varias interpretaciones, según uno se sienta más romántico o más cínico. A pesar de que estuviera en inglés me la aprendí de memoria. Pero en aquel momento la letra era lo de menos. En realidad, me importaba un comino. Daba igual lo que dijera, era la música la que me embriagaba.