lunes, 20 de octubre de 2014

La canción del espantapájaros

Hay canciones que nunca se desgastan.

Algunas preguntas tienen fácil respuesta. Otras no tanto. Quizá por eso hay quien es capaz de mencionar el libro o película que más veces ha leído o visto. Sin embargo, ¿quién puede citar la canción más escuchada a lo largo de su vida? 

Puede que sea sencillo si únicamente nos centramos en un periodo vital concreto. Por ejemplo, este verano la que se llevaría el gato al agua, en mi caso y para mi desgracia, es Bailando, de Enrique Iglesias. En pleno mes de agosto, en un pub a pie de playa, llegaron a ser cinco las veces que sonó la canción en un intervalo inferior a las dos horas, ufff... Pero si la pregunta hace referencia a toda una vida, eso es harina de otro costal. Lo confieso: no tengo ni la más remota idea.

Formulemos la cuestión de otra forma, para tratar de averiguar al menos la canción que más veces he cantado. En este caso, me atrevo a aventurarme a dar una respuesta certera. Obviando el Cumpleaños feliz y otras melodías por el estilo, creo que la ganadora es La canción del espantapájaros, de 091.


Es posible que muchos no conozcan a este grupo granadino de los años 80 y 90 que, fuera de los círculos locales, no llegó a tener todo el éxito que merecían. Para ellos decir que en la provincia de Granada, donde vivo, 091 sigue considerándose un grupo de culto. No soy el único que opina que las canciones de José Ignacio Lapido están entre las mejores que se hayan compuesto en este país, no solo por la música, sino también por sus inconfundibles letras. El talento brutal de Lapido junto a la desgarradora forma de interpretarlas de José Antonio García —conocido entonces como el Pitos—convirtieron muchas de estas canciones en auténticos himnos. Tampoco debería olvidar al resto de la banda. Aunque 091 tuvo algunos cambios de nombres a lo largo de su historia, nunca perdió ni su esencia ni un ápice de calidad.

El otro día tuve ocasión de volver a escuchar y cantar La canción del espantapájaros. Fue en el concierto de presentación del disco Cuatro tiros por cabeza, un álbum escrito por muchas manos pero que tiene dos protagonistas fundamentales: José Antonio García, el ya mencionado ex vocalista de 091, y El Hombre Garabato, grupo de pop-rock granadino que ya tiene en su haber un puñado de buenas canciones y un sonido cada vez más propio e inconfundible, como suele caracterizar a las grandes bandas de todos los tiempos.

Aquí tengo que detenerme para contar que fue uno de esos conciertos mágicos, que recordaré lo que me queda de vida. La primera parte estuvo dedicada a la presentación de las canciones del disco compuestas e interpretadas por El Hombre Garabato, que intercalaron con otros temas de sus otros álbumes: El héroe más cobarde y La vida y otros defectos. En la segunda parte del concierto fue cuando entró en acción José Antonio García, para interpretar las canciones que han escrito para él músicos tan ilustres como José Ignacio Lapido o Antonio Arias (otro ex de 091 y de Lagartija Nick), además de los temas surgidos de la interesante fusión entre José Antonio y El Hombre Garabato.

Y en estas estábamos, disfrutando de un increíble concierto en un lugar perfecto, la sala La Expositiva de Granada, cuando José Antonio y los integrantes de El Hombre Garabato (Nico Hernández, Óscar Gallardo y demás), se bajaron del escenario, se olvidaron de los micros y altavoces y se pusieron a cantar entre amigos, quizá como forma de agradecer a los presentes haber sido cómplices de que este proyecto llegara a buen puerto —el concierto era una recompensa a los mecenas que financiamos el disco a través del micromecenazgo—. En pleno patio de butacas (por así llamarlo) llegó La canción del espantapájaros, con José Antonio haciendo el solo de armónica y acompañado por Óscar y Nico a las guitarras. En su versión acústica, tal como se hiciera en los últimos conciertos de 091 en Maracena, mucho más intensa y emocionante que la versión original, más rápida y rockera.

De nuevo, me desgañité cantando La canción del espantapájaros. Demasiados recuerdos acudieron a mi cabeza. No fui el único. En el ambiente empezó a tejerse una inevitable y agridulce añoranza por 091, ese grupo que un mal día se marchó y nos dejó un poco huérfanos de mitos locales. Ojalá un buen día les dé por juntarse. En ese caso, no estaría mal que tuvieran como teloneros, o compañeros de escenario de pleno derecho, a El Hombre Garabato. Sería una estupenda noticia para todos.

Mientras tanto, seguiré desenfundando la guitarra de cuando en cuando para recordar el himno al espantapájaros que piensa en cosas que nunca hemos pensado. Tantas veces la he cantado que también la siento mía. Es lo que tienen las canciones inmortales, que dejan de pertenecer a sus autores y pasan al patrimonio personal de cada uno. Y ahí no hay SGAE ni compañía discográfica que pueda beneficiarse de esos derechos de autor. Cada vez que he cantado esta canción ni Lapido ni José Antonio García han recibido un duro, así que me siento en el deber de expresar mi gratitud hacia ellos por ser creador e intérprete de una canción que, por mucho que pase el tiempo, nunca se desgasta. Muchas gracias.

(Y aunque la calidad del vídeo no sea óptima, les dejo un fragmento del momento referido).